¿Qué diferencia hace un año?
Miguel Ricaurte economista jefe banco itaú
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Miguel Ricaurte
Hace 12 meses terminábamos el trimestre con mayor crecimiento en más de un año (3,4%) y la calma volvía a los mercados tras el anuncio de la fase 1 de un acuerdo comercial entre China y Estados Unidos el 11 de octubre de 2019. Esperábamos que el crecimiento global y de Chile se estabilizara en torno a 3% en 2020. Pero al ruido político que marcó el fin de año en Bolivia, Chile, Colombia y Ecuador, se sumaron anuncios de un juicio político al Presidente Trump y la llegada del coronavirus.
La historia está plagada de años buenos y malos. En últimas cuatro décadas, EEUU vivió cuatro eventos recesivos; la mitad de ellos duró menos de un año, mientras el resto perduró por casi 1,5 años, incluida la gran recesión de 2008-2009. América Latina experimentó más episodios de crisis, durante los cuales la región creció por debajo del promedio de 2,5% de los últimos 40 años: dos en la década de los 80, las crisis de la segunda mitad de los 90 y principios de los 2000 (incluidas la crisis del “Tequila”, la “asiática” y el fin de la convertibilidad en Argentina), y por supuesto, la gran recesión global. Aun así, el mundo creció en promedio 3,5% anual entre 1980 y 2019.
En estos 40 años, la economía global casi cuadriplicó su tamaño. El ingreso per cápita en países desarrollados como EEUU, Alemania, Australia, Nueva Zelanda e Israel casi se duplicó; China lo multiplicó por un factor de 25; mientras en nuestra región, el factor de expansión fluctuó entre 1,2 veces (Argentina) y 2,8 veces (Panamá). Venezuela es un caso atípico, cuyo ingreso por habitante cayó a un tercio de su nivel al comienzo del período. En Chile, el crecimiento promedió 4,7% al año, lo que le permitió triplicar el ingreso per cápita.
¿Qué esperar hacia adelante? Enfrentamos una crisis que partió con un choque de oferta dadas las cuarentenas, pero que está afectando a la demanda conforme se han destruido empleos y empresas. La forma que tome esta recuperación no sería de “V” (recuperación rápida tras la caída) y los datos permiten descartar una “L” (caída sin recuperación). Se habla de una recuperación en “K”, con algunos sectores creciendo y otros cayendo –¡gran novedad, así son la mayoría de recuperaciones!–, o de “W” (recuperación y recaída), dadas las posibles olas de contagios.
En Chile las medidas de política fiscal, monetaria y otras –incluyendo al retiro del 10% de los fondos de pensiones–, junto con la reapertura de la economía, están ayudando a un repunte heterogéneo de la economía. El comercio es un claro beneficiario, como mostraron los datos de ventas minoristas y de supermercados de agosto, así como las ventas de autos de septiembre. El empresariado está dejando el pesimismo atrás, en parte porque se ha podido retomar paulatinamente actividades y así como por el apoyo financiero oficial. Pero los consumidores siguieron pesimistas en septiembre, aunque el IMCE mostró que un mayor número espera una recuperación en los próximos 12 meses. La esperada reactivación del mercado laboral tras la pandemia será clave para un proceso de recuperación sostenido.
Pero la pandemia no lo es todo en el año que tenemos por delante. Veremos un rebote medianamente robusto de la actividad, de manera casi mecánica. Pero factores políticos externos, como la elección en EEUU, y las definiciones que tomemos como país durante el próximo año marcarán el rumbo de mediano plazo y pondrán en evidencia qué diferencia hace un año.